Varicone

Carmen Olivera

Esto podría ayudarte con las varices: he encontrado un producto sobre del que nadie habla en la televisión

*Los resultados pueden variar de una persona a otra.

Comenzó con un entramado vascular inofensivo que apareció en el primer trimestre del embarazo. Mi vientre creció y mi peso también. Por cierto, en ese tiempo había engordado mucho: 20 kilos. Me costaba trabajo moverme. Tenía las piernas doloridas e hinchadas y, hacia el momento del parto, estaban cubiertas de una red de venas de color azul-marrón que parecía un poco aterrador.

Cuando nació mi Diego, tuve que dejar de lado mis enfermedades. Mi hijo estaba muy inquieto, mi marido estaba en el trabajo y yo hasta reventar. El bebé no me daba tregua en absoluto, siempre estaba en mis brazos. Después creció, empezó a gatear y se hizo aún más difícil. Antes de que te des cuenta, ya está probando la arena de la caja de arena para gatos o probando los zapatos de su papá. Solía pasarme el día de un lado a otro y por la noche casi no podía moverme.

No podía dormir por la noche, doblada por el dolor, como si me cauterizaran las piernas con un hierro candente. Y si no íbamos a dar un paseo por el parque, no podía conciliar el sueño a causa del sentimiento de culpa. Qué clase de madre es esta… incompleta.

Por aquel entonces no tenía ni una sola falda en mi guardarropa, aunque mi figura me permitía incluso llevar una mini (recuperé la forma rápidamente, gracias a la genética y a mi hijo activo). Me sentía terriblemente avergonzado de mis piernas, que estaban cubiertas de nudos y protuberancias azules, y las escondía bajo los pantalones.

Mi esposo y yo tuvimos una larga charla sobre qué hacer. Al final decidimos posponer la operación y tratar de encontrar una cura. Pedimos información a los conocidos. Un colega de mi marido me dijo que su madre había sido curada por una curandera hereditaria. Le explicó a grandes rasgos dónde encontrarla.

Hicimos un largo viaje (600 km de ida), pero no pudimos encontrarnos con la bruja: la anciana ya había muerto. Como no tenía hijos, compartió sus conocimientos con una vecina. Nos dijo que troxerutina, extracto de manzana y miel curarían mis venas.

De regreso a casa, busqué en Internet efectos que contuvieran estas plantas. Busqué en todo el Internet un remedio que al menos podría estar cerca de lo que la mujer me dijo y tropezó con Varicone. Y resultó que tanto estos como otros agentes contra las varices están contenidos en este gel! Lo pide. ¡Y por una buena razón! ¡La anciana no se había equivocado!

Tras solamente dos días de uso de Varicone sentí que algo me hacía cosquillas en las espinillas. Es difícil de describir con palabras, como si las hormigas corrieran de un lado a otro. Y al mismo tiempo la hinchazón ha desaparecido.

Al cabo de una semana, dejaron de dolerme las piernas, incluso si presiono el bulto de las varices. Desapareció el peso en las piernas y fue mucho más fácil caminar. Era como si flotara en el aire.

Los largos paseos por el parque, que tanto le gustan a mi hijo, fueron una alegría para los dos. ¡Podríamos caminar aunque hasta la noche!

*Los resultados pueden variar de una persona a otra.

No puedo decir que haya sido rápido, pero me ha ayudado y he vuelto a la forma normal de mis piernas. Los grumos se han disuelto. Mis venas se han aclarado. Las arañas vasculares han desaparecido y puedo volver a llevar minifaldas y vestidos. Me llevó dos meses y tres envases de Varicone.

P.D.: En el momento de escribir este post, ¡han pasado unos 8 meses y ni una pizca de várices! Espero que siga así.

Estoy contenta de no haber aceptado la operación. Y tú tampoco lo hagas. ¿Por qué correr esos riesgos cuando hay un producto tan bueno?

Que mi caso te sirva de ejemplo: no hay que descuidar la salud. Sé lo insoportable que puede ser la enfermedad, así que quería compartir mi historia.

Carmen Olivera

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No podía dormir por la noche, doblada por el dolor, como si me cauterizaran las piernas con un hierro candente. Y si no íbamos a dar un paseo por el parque, no podía conciliar el sueño a causa del sentimiento de culpa. Qué clase de madre es esta… incompleta.

P.D.: En el momento de escribir este post, ¡han pasado unos 8 meses y ni una pizca de várices! Espero que siga así.

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No podía dormir por la noche, doblada por el dolor, como si me cauterizaran las piernas con un hierro candente. Y si no íbamos a dar un paseo por el parque, no podía conciliar el sueño a causa del sentimiento de culpa. Qué clase de madre es esta… incompleta.

P.D.: En el momento de escribir este post, ¡han pasado unos 8 meses y ni una pizca de várices! Espero que siga así.

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